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La Casa

  • Yao D´lima
  • 11 may 2017
  • 6 Min. de lectura

''Y me dijo: Éste es el lugar santísimo''

Ezequiel 41:4

Desde que era muy niña he tenido un sueño recurrente, donde me encontraba en un lugar que yo conocía pero que aún no lo sabia. En ese sueño intentaba entrar a una casa vieja y enorme, ese lugar era oscuro, estaba sucio y lleno de escombros y cosas viejas y desgastadas. Recuerdo con mucha claridad que era una enorme casa de madera, en medio de un gran bosque gris, siempre quise entrar pero no me lo permitían, o mejor dicho no me lo permitía. Podía ver como las ramas de los arboles entraban por las puertas y ventanas como en especie de enredaderas, estaba completamente abandonada, expuesta y sola, quien sea que quisiera podría entrar en ella pero yo no lo hacia. Creo que me daba temor, no por el estado de la casa si no por que yo sabia que había un secreto dentro de ella.

Al pasar de los años ese recurrente y extrañable sueño se hacia parte de mis memorias, podría contarlo como una experiencia clara de lo vivido. Incluso hoy en día puedo recordarlo como si fuese un lugar de mi infancia, la casa que visitaba todos los años y donde pude haber vivido parte de mis días, pero, solo eran sueños.

En un momento entra tantos, por fin pude entrar y el lugar era enorme, de tres pisos o mas, con grandes ventanales que dejaban pasar la luz de la luna que nunca llegue a observar. Tenía una enorme sala de recibidor, grandes salones y muchas escaleras. No recuerdo haber entrado a ninguno de esos salones, solo estaban allí, pero había un lugar donde no podía llegar, aunque quisiera no lo hacia, era como si mis piernas daban pasos con fuerza pero me mantenía paralizada al mismo tiempo. Algo curioso es que ese lugar era el ultimo piso, era como una especie de cuarto que a la ves no era cuarto, era como una especie de salón que a la ves estaba abierto. No lo se, no estoy segura, en ese momento solo sabia que estaba allí y que era imposible de atravesarlo.

Recuerdo uno de los sueños en particular, en que ya no soporte mas la idea de llegar al penúltimo piso y no poder ver ese ultimo, ese lugar donde necesitaba llegar para entender y ver ese algo que no sabia que era. Las escaleras que llegaban a ese piso subían en forma de caracol, pero no de forma circular si no octagonal, en medio de los escalones podía ver objetos dañados y rotos obstaculizando los acelerados pasos que intentaba dar para poder llegar, pero siempre había un momento en el que me detenían, o me detenía.

Ahora que lo pienso mejor, ¿por que si era mi sueño, mi propia creación de historias e imágenes, simplemente no lo hacia y ya? ¿Por que cada que llegaba a la casa sabia paso por paso lo que tenía que hacer, a donde dirigirme para llegar y subir, por que siempre me detenía? ¿Por que nunca intente algo diferente, si ya sabia lo que pasaría?

Creo que esa es la respuesta, siempre supe lo que pasaría y me quede con lo que ya sabía y no busque cambiarlo, intentarlo, recrearlo.

Hoy escribo esto con lagrimas espesas y temblorosas en mis ojos, pues escribir se ha vuelto una terapia poderosa entre Dios y yo y aunque había parado de escribir hace algunos años, a la final siempre terminamos volviendo a nuestra esencia.

Hubo un tiempo, en el que la casa desapareció de mi. Nunca mas la busqué, creo que me resigne, me conformé y hasta la olvidé. No quise verla jamás, ni cuidarla, me desligue por completo de ella y nunca mas quise volver, o por lo menos en mis sueños así lo fue. Luego entendí que estaba molesta, no se si allí vivía alguien, creo que nunca lo consideré, pero entendí que no era mi lugar, ya nunca mas. Me sentí desplazada y que todo lo que quería allí construir se había desvanecido por completo a lo largo de los años.

Años después, muchos años después, llegué de nuevo a visitarla. Pero en este sueño ya era de día, pude notar que el bosque se había ido por completo y que ahora habían prados y montañas al rededor de ella, en un momento llegue a pensar que era otro lugar, pero al mirar detalladamente reconocí sus grandes ventanales y puertas, ella estaba intacta pero nunca igual. Había nacido una laguna cerca de ella, junto a la laguna arboles gigantes que dejaban caer sus flores amarillas y naranjas, todo era distinto, pero la misma casa.

Corrí a ella desde lo alto del monte para entrar pero la laguna la rodeaba por completo, así que entramos en una pequeña canoa de madera que estaba anclada a un tronco gigante de alguno de esos arboles fuertes, yo no estaba sola.

Las flores caían y caían como si fuesen lluvia de los arboles, el agua y todo se habían convertido color naranja, el sol junto a las flores lo cubrían todo, era hermoso verlo, mire desde el lago sus balcones y la extrañe tanto, de inmediato supe que era el mismo lugar que algún día estuve... Entré, y a diferencia de otras veces subí tan rápido como pude, subí y subí a tal punto que en segundos ya estaba arriba, en la medida que subía se hacia mas hermosa y cálida, la anhelaba, quería revivirla, en verdad quería.

Y llegué, llegue al hético imposible, al lugar secreto, al lugar que nunca conocí jamas, llegué y esta vez no fue imposible, di mi primer paso y camine de punta a punta por el salón como si siempre estuve allí, como si ya lo había estado.

Sinceramente, estas letras se quedarán cortas para expresar la profunda belleza de ese lugar, no encuentro contextos o la mas hermosas poesías para expresar lo que yo vi y viví en ese ultimo sueño de ''la casa''. Arriba la vista era abrumadora, era increíble, era mi lugar preferido. Pude experimentar una sublime paz que me arropó por todo ese instante. Entendí tanto, entendí todo, me reconocí. Pero ¿por que sentía que ya todo eso lo había visto antes? Ya conocía todo, no era extraño para mi, era tan familiar como mi propio cuerpo, como una canción. Era como si la casa era yo, sí si era yo.

Dios siempre intenta mostrar lo que nadie podrá, lo que no quieres ver, lo que debes de ver. Cuando digo que ''lo intentará'' es por que nunca le permitimos que lo haga. En el momento en el que entendí de que se trataba todo esto, pude ver que Dios esta en todo, que Él es todo, que Él soy yo en mi interior y Él es yo en su inagotable amor. Desde que el hombre nos hizo ver al Padre fuera nuestro, allí se quebranto todo, nos separaron tanto de Él que pensamos que todo lo que somos esta fuera de Él, y la casa me mostró que no es así.

Tengo tantas incógnitas en mi mente sobre la casa, en el momento que vea cara a cara a mi Padre le preguntaré sobre ese lugar, hay cosas que quizás aun no logro entender, pero de lo que si tengo completa convicción es que Él estuvo allí siempre, me llevo cientos veces y me mostró lo que hoy en día sigue retándome. La verdad es que ese lugar si tenia un dueño quien la cuidara en la oscuridad del bosque, quien la limpiara a lo largo de esos fríos años en los que nadie la visitó, quien la desempolvara, así la casa se olvidara de ella misma, Él nunca dejo de habitarla. Y en el mas hermoso de los amaneceres, me llevo a ella nuevamente para mostrarme todas las maravillas que había hecho con ella.

Y.

''El santuario, la sala interior y la antesala de la casa tenían un revestimiento de madera, al igual que los marcos de las ventanas. Los muros interiores del templo revestidos de madera por encima y por debajo. Todas las paredes estaban decoradas con querubines tallados, cada uno con dos caras, y había una palmera tallada entre cada querubín. Una cara -que era de hombre- miraba hacia la palmera de un lado; la otra cara -de un león joven- miraba hacia la palmera del otro lado.''

Ezequiel 41:16,19

 
 
 

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